El
pasado sábado 23 de junio de 2018 nos reunimos en Granada, en su
Facultad de Teología, un grupo de profesores universitarios
pertenecientes a diversas comunidades de CVX, en el marco del II
Encuentro de espiritualidad y misión universitaria CVX,
continuación, en parte, de un primer encuentro celebrado dos años
antes, el 18 de junio de 2016, en la Universidad Pontificia de
Comillas de Madrid, también bajo el auspicio de CVX-E.
En
esta ocasión nos juntamos docentes e investigadores procedentes de
universidades de Madrid, Sevilla, Granada, Valencia, Lleida y Deusto.
Eso si hablamos de los presentes, porque tendríamos que sumar
también a los que finalmente no pudieron acudir y a los muchos que
mostraron su interés en el encuentro. A todos, también a los
ausentes, los tuvimos muy presentes. Hay que decir también que
fuimos magníficamente acogidos por la Facultad de Teología de
Granada y su rector, Gonzalo Villagrán sj, y por Mª del Mar Abad y
Guada Alba, de CVX Granada, a quienes hay que agradecer especialmente
que se ofrecieran a organizar este II Encuentro.
La
reunión se proponía profundizar en la integración de la misión
académica-intelectual en el conjunto de la misión de CVX, tal como
nos invita además en este momento a entenderla el proyecto Diaconía,
y tomaba como punto de partida las siguientes dos preguntas: en
primer lugar, cuál es el reto de la misión universitaria y el
apostolado intelectual en CVX y, en segundo lugar, cómo dar forma
concreta al conjunto de mociones, vivencias, experiencias, trabajos y
sueños que fueron surgiendo y que habíamos ido compartiendo y
articulando a raíz de esa primera pregunta, como universitarios CVX.
El clima constante de cordialidad y de compañeros posibilitó un
rico debate.
Fue
curioso constatar —curioso y, a veces también, por qué no
decirlo, desconcertante y frustrante— la diversidad de intereses,
perspectivas —algunas que volaban muy alto, en el terreno de los
grandes ideales, otras más atentas a la realidad a pie de aula—
que iban plasmándose en una pizarra que pronto se enmarañó en
complejos galimatías. Por supuesto, como ignacianos que somos, en el
campo de nuestra misión y sus retos rápidamente surgieron términos
como acompañamiento, servicio, discernimiento, trabajo en red,
comunidad, etc. No en vano a todos nosotros nos une un mismo carisma
ignaciano en el seguimiento. Pero luego nuestras realidades
cotidianas, estas en las que vamos encarnando los pasos de nuestra
misión y seguimiento, iban dibujando un mosaico complejo, hasta el
punto de que no fue posible trazar, al menos aún en ese momento, un
mapa, un itinerario definido de concreción de todas nuestras
inquietudes, de nuestros retos, de nuestra misión universitaria.
A
nosotros, que nos consideramos maestros, nos tocó recibir una
lección de humildad y aceptar la rica complejidad de la realidad y
su diversidad. Queríamos recoger pero aún es tiempo de seguir
sembrando. Sí se concretó, por tanto, crear una red de trabajo que
nos permita continuar con el intercambio de ideas —continuar, no
tener que reiniciar de nuevo— y apostar por encuentros de este tipo
con una mayor frecuencia, ya que el anterior de Madrid quedó muy
lejano.
Si
dejamos a un lado nuestros excesos eficacistas y el afán por recoger
antes de tiempo, este encuentro se manifestó como una magnífica y
muy oportuna ocasión de sembrar en este vasto campo de nuestros
retos de misión como CVX, ocasión de compartir y agradecer, y
oportunidad de convivencia. Aunque este encuentro iba precedido por
el numeral II, bien podría considerarse el primero, punto de partida
y arranque de un proceso largo de plantearnos nuestros retos, a qué
nos mueve la realidad esta en que nos hallamos, y qué pasos
concretos quiere el Señor que vayamos dando como universitarios,
cada uno desde nuestra diversidad de vida, de historia, de realidad.
Y, por supuesto, sumando cada vez a más compañeros.